Cines y cinéfilos

Elena Sánchez Valenzuela, periodista

El vespertino El Universal Gráfico salió a la luz el 1 de febrero de 1922. Como sus publicaciones hermanas El Universal (matutino fundado en octubre de 1916) y El Universal Ilustrado (semanario surgido en 1917), dedicó un considerable espacio a los escritos sobre cine. Desde su primer número encontramos la página “A través de la pantalla”, con colaboraciones del periodista que firmaba como Julián Sorel y notas tomadas de publicaciones estadunidenses.

Apenas un par de meses después de haber fundado esa página, Julián Sorel fue remplazado por una joven periodista a quien se presentó de esta forma:

Desde hoy, la señorita Elena Sánchez Valenzuela, inteligente escritora y una de nuestras más aplaudidas artistas de cine, se encargará de esta sección. Para dar mayor realce a las crónicas de las films que se estrenen en México, la señorita Sánchez Valenzuela no solamente se ocupará en la técnica, que conoce bien, y de la parte artística, que sabe apreciar, sino de todos los aspectos del cinema. (El Gráfico, 28 de marzo de 1922, p. 10).

No era la primera vez que Sánchez Valenzuela (nacida en 1900) incursionaba en el comentario cinematográfico, pues en julio de 1919 había escrito unas cuantas notas para El Heraldo de México en las que fundamentalmente delineó perfiles de célebres estrellas como Susana Grandais, Mary Pickford y Francesca Bertini. Pero su interés principal hasta entonces había sido la actuación. Luego de interpretar a la prostituta de Santa (Luis G. Peredo, 1918) y de tener un segundo papel en La llaga (Luis G. Peredo, 1920), la joven partió a Hollywood en agosto de 1920, pensionada por la Secretaría de Educación Pública. En Los Ángeles ingresó a la compañía Universal apadrinada por el actor español Antonio Moreno y fue, de acuerdo con el periodista Carlos Noriega Hope, la primera mexicana que logró trabajar en un estudio “no como simple comparsa, sino como actriz” (El Universal, 18 de marzo de 1921, p. 7). Sánchez Valenzuela regresó a México en septiembre de 1921, dispuesta a ejercer las habilidades adquiridas en Hollywood; de inmediato fue contratada para actuar en la película En la hacienda (Ernesto Vollrath, 1921) y otras producciones. Por su presencia y experiencia se la catalogó entre los mejores prospectos mexicanos de estrella, y se la promocionó con entrevistas, stills de sus escenas en películas y fotos de estudio.

Elena Sánchez Valenzuela y Elvira Ortiz en En la hacienda (Ernesto Vollrath, 1921). Revista de Revistas, 22 de enero de 1922, p. 23.
Elena Sánchez Valenzuela. Compañía Industrial Fotográfica, c. 1921. Mediateca INAH, Fondo Casasola, documento 27828.
Elena Sánchez Valenzuela. El Universal Ilustrado, 15 de septiembre de 1921, p. 14.

Aparentemente por problemas económicos, Sánchez Valenzuela dejó la actuación. Se volcó entonces al periodismo. En El Gráfico escribió notas entre marzo y noviembre de 1922, dejando de lado las aproximaciones a estrellas características de sus colaboraciones para El Heraldo para centrarse en el análisis de estrenos. Sus juicios distaban mucho de ser complacientes. Por ejemplo, escribió sobre la francesa Rosa de Granada (Rose de Granade, André Hugon, 1921):

No me explico cómo pueden traer los alquiladores una obra semejante (…) La película carece en absoluto de belleza; todo parece desarrollarse a través de un velo que no permite apreciar los sets; (…) el gesto de los artistas no puede apreciarse, naturalmente exceptuando los close-ups. (…) esta película, de pésima fotografía, con mala actuación, con muy poco sentimiento en su desarrollo, con una traducción de títulos imperdonable, nos la presentan en nuestros principales salones, no de relleno sino de estreno. (El Gráfico, 1 de abril de 1922, p. 14)

Y sobre la mexicana Luz de redención (Rafael Trujillo, 1922) opinó:

Esta film borra en mí hasta el recuerdo decoroso de nuestra incipiente industria (…) Una sensación de disgusto me invade, después de haber reído de buena gana, como lo hizo también todo, absolutamente todo el auditorio. Y yo que iba dispuesta a encontrar las cualidades, no a buscar los defectos (…) ¡Imposible! Esta película es un atentado enjaretado en los programas, en nombre de la patria. A una cosa como Luz de redención, se protesta por dignidad (…) Yo he pensado mucho en los intérpretes; ellos son las víctimas (…) Sin director, no pueden saber qué cara están haciendo frente al aparato y exageran hasta lo cómico las expresiones. (…) de todo este fracaso el director es culpable. ¿Ese señor no se dejaba guiar ni siquiera por el sentido común? Se anuncia otra película nacional y yo, tengo miedo. (El Gráfico, 29 de abril de 1922, p. 4)

Según revelan sus notas de este periodo, Sánchez Valenzuela apreciaba sobre todo el placer que le procuraba una cinta. Ese placer podía provenir de bellos paisajes, de sets elegantes o de argumentos poderosos como el de Allá en el este (Way Down East, 1920) de D.W. Griffith, cuyos conflictos «de pasión fuerte y sincera» la conmovieron. (El Gráfico, 25 de julio de 1922) Por otra parte, cuando las obras comentadas no alcanzaban a suscitar su interés, ejercía la crónica tradicional explotando sus conocimientos sobre el séptimo arte y los recuerdos de su paso por Hollywood.

La joven practicó de este modo durante 1922 un oficio que sustituyó en algún grado su frustrada pasión por el cine. Pero los tiempos exigían otras actividades y en 1923 la encontramos incorporándose como maestra rural a la cruzada alfabetizadora promovida por José Vasconcelos desde la recién fundada Secretaría de Educación Pública. Un año después regresó a las actividades cinematográficas al ser nombrada supervisora (y luego inspectora) de películas. Y en mayo de 1925 retomó su puesto en El Gráfico, con la columna «El cine y sus artistas», que mantuvo hasta junio de 1929. En su excelente libro Elena Sánchez Valenzuela (Universidad de Guadalajara / UNAM / Cineteca Nacional, 2018), Patricia Torres San Martín resume sus labores en esta etapa diciendo que la periodista “fue perfeccionando su visión, oficio y estilo” al abarcar temas como la evolución técnica del cine y la trayectoria de los más destacados realizadores, así como “la valorización cultural y educacional que el cine fomentó entre su público (…) y el papel que jugaron las actrices y actores como piezas claves para representar valores y convenciones sociales y culturales” (p. 163). De la misma forma que Rafael Bermúdez Zataraín, Marco Aurelio Galindo, Cube Bonifant, Carlos Noriega Hope y otros de sus colegas, la periodista atestiguó la al principio no muy bien recibida transformación del cine silente en sonoro. Una de sus notas fue sobre Submarino (Submarine, Frank Capra, 1928), que comentó así:

Una película sincronizada se estrenó en México con éxito mediocre, porque, dado el precio de las entradas y el anuncio que se había hecho, se esperaba algo más perfecto. (…) no observamos armonía entre la escena y el sonido y, cuando éstos se adaptan, hay una deficiencia enorme. Ahí está ese rumor del mar exaltado, que no produce sino un sonido completamente metálico. Los gritos de alegría de la tripulación cuando se han salvado de morir dos compañeros, no son sino gritos inarticulados, que se reproducen con la misma intensidad cuando en el fondo del mar, casi en agonía, un puñado de hombres es salvado por un buzo que les lleva oxígeno. Es increíble que pueda ser idéntico el timbre de las voces y el tono, que cuando se encontraban sobre cubierta. Además, se da una lata con una musiquilla monótona que, sin ton ni son, se sueltan tocando. Lo mejor de la sincronización es el acompañamiento del jazz de baile. (…) si se exhibe muda, tendrá mejor acogida. (El Gráfico, 4 de mayo de 1929, p. 13)

La carrera de Sánchez Valenzuela culminó con colaboraciones para el periódico El Día entre abril y septiembre de 1935 y para la revista Todo entre mayo y septiembre de 1936; hizo entonces, entre otras, reseñas de las producciones mexicanas sonoras El primo Basilio (Carlos de Nájera, 1934), Redes (Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel, 1934) y Allá en el Rancho Grande (Fernando de Fuentes, 1936). La periodista fue así la primera mujer en sostener una columna de tema cinematográfico en la prensa mexicana y una de las escasas presencias permanentes en el gremio durante los más de tres lustros que duró su trayectoria, en los cuales atestiguó la consolidación del predominio del cine estadunidense en la cartelera, la transición del cine silente al sonoro y la irrupción de la industria cinematográfica mexicana, entre otros asuntos. En el libro citado, Torres San Martín reproduce completos unos cincuenta de sus textos y da las referencias de localización de otros tantos.

El conocimiento del medio cinematográfico de Sánchez Valenzuela le permitió la realización del documental Michoacán (1936) y, tras un nuevo viaje formativo a París, la integración de la primera Filmoteca Nacional en instalaciones de la Secretaría de Educación Pública en los años cuarenta. Esta llegó a tener alrededor de trescientos rollos provenientes de las secretarías de Agricultura, Comunicaciones, Defensa Nacional, Economía y Marina, además de obras de productores privados como la Santa de 1918 y algunas películas estadunidenses. (Mariano de Cáceres, «Treinta años después», Cinema Reporter, 13 de noviembre de 1948, p. 16.) Lamentablemente el documental no parece haber llegado a nuestros días y la colección de películas se perdió por la incomprensión y la incuria de miopes administradores.

Publicado por angelmiquelrendon

Nací en Torreón, Coahuila, México, en 1957. Soy historiador del cine y escritor. Trabajo en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

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