El Metropolitan Cinematour en la Ciudad de México
En una carta enviada en agosto de 1919 por el catalán Valentín Fius Boladeras al secretario de Gobernación mexicano Manuel Aguirre Berlanga, el empresario ponía a disposición su Metropolitan Cinematour para contribuir a la campaña gubernamental en curso que pretendía “contrarrestar con exhibiciones cinematográficas la reprobable labor que con el mismo sistema hacen algunos individuos en el extranjero para ridiculizar a este rico país”. Aguirre acababa de anunciar una serie de acciones de la administración de Venustiano Carranza contra el cine hollywoodense, al que se acusaba de denigrar a México, y Fius se adhería “a tan laudable fin para dar a conocer dentro y fuera de la República, la vida, civilización, riquezas y costumbres morales de este leal pueblo”. Adjuntaba a la carta una serie de documentos que permitían identificar las características y la trayectoria de este espectáculo que antes de llegar a México se había presentado en diversas poblaciones de España, Portugal y Cuba.
La revista española Adelante documenta que el Metropolitan Cinematour ya funcionaba en Madrid a principios de enero de 1912 y de acuerdo con testimonios citados por Arturo Agramonte y Luciano Castillo, la empresa estaba en La Habana justo tres años después. Un breve viaje marítimo la llevó a la Península de Yucatán, probablemente a mediados o fines de 1918, de donde pasó a otras ciudades mexicanas hasta llegar a Puebla en junio de 1919 y a la capital pocos meses más tarde.
No sabemos si Aguirre Berlanga respondió a la carta, pero el Metropolitan Cinematour se instaló en la céntrica calle 5 de Mayo y precedidas por anuncios en distintas publicaciones ofreció sus funciones inaugurales el 28 de octubre a “autoridades civiles y militares, y a la prensa de esta ciudad”. El espectáculo se mantuvo ahí hasta fines de abril de 1920. Es probable que pasara luego a otras ciudades antes de que, entre febrero y abril de 1921, se presentara en Guadalajara.






Uno de los espectadores del Metropolitan Cinematour en la capital fue David Alfaro Siqueiros, quien en sus memorias consignó haber sido llevado por su padre a muchas iglesias y también a un cine que “tenía la forma de vagón de ferrocarril y los que vendían los boletos estaban vestidos de ferrocarrileros; los boletos eran como los de tren. Entraba uno y empezaba un movimiento como de viaje por tren. Y en la pantalla aparecía una película de un viaje”. Otro asistente fue el periodista Carlos Noriega Hope, autor de una simpática crónica en la que, entre otras cosas, decía:
Salón cinematográfico construido en forma de coche de ferrocarril. Al fondo está la pantalla, en la cual se proyectan películas de viajes, obtenidas a bordo de los ferrocarriles auténticos. Cuando principia la exhibición el piso se mueve, dando al espectador la impresión de que viaja efectivamente (…)
Una vía de ferrocarril se ofrece a nuestra vista, y el paisaje en verdad, no se diferencia en lo absoluto del de cualquier ferrocarril aborigen. Los rieles se pierden a lo lejos, y mientras nuestro carro se pone en movimiento, brinca el objetivo de un lado a otro del terraplén, sin ningunas atenciones para nuestras sufridas humanidades; bordeamos un precipicio y como en la pantalla se inclina el lente para escudriñar el fondo, los pasajeros sufren y exclaman: “¡Cuidado que nos desbarrancamos sin remedio!” Pero aún no hemos recorrido ni quinientos metros, cuando hay un salto funambulesco en el paisaje, mientras en la pantalla se remedia el desacato con un cartelito que reza: “Se continuará”… Y después, a cada medio kilómetro, indefectiblemente se regalan nuestros ojos con el letrerito de marras. ¿Es, acaso, que vamos topando con muchos túneles? ¿Es que está loco el paisaje? No, señores míos, lo que sucede en buen romance es que la película se encuentra lamentablemente despedazada y maltrecha… a causa, quizás, de tanto viaje. (El Universal, 1 de noviembre de 1919)
El Metropolitan Cinematour ofrecía «excursiones» en dos géneros documentales: el de viajes por tren en distintas zonas del mundo, complementados eventualmente con descripciones de lugares, fiestas y costumbres, y el de paseos por tranvías eléctricos en ciudades importantes. Además de ofrecer esos trayectos “que divierten más que cualquier otro espectáculo y enseñan más que diez libros”, el lugar se caracterizaba por sus “cómodas atenciones al público y magnífica orquesta”. (El Demócrata, 17 de enero de 1920, p. 9)
Para hacer más atractivo el espectáculo, Fius acostumbraba presentar películas filmadas en el país donde se encontraba. Según Agramonte y Castillo, en Cuba mostró Excursión en tranvía realizada en 35 minutos en la ciudad de La Habana y Un viaje a Matanzas. En la Ciudad de México hizo lo propio con Viaje de México a Veracruz, Visita a la Villa de Guadalupe y Un paseo en tranvía por las calles de México; se anunció que esta última, felizmente conservada por la Filmoteca de la UNAM, mostraba “todo lo principal que esta metrópoli contiene en arte, industria, elegancia, ciencia, comercio, etc.” (El Demócrata, 8 de febrero de 1920, p. 9)



Referencias
Valentín Fius Boladeras, Carta al Ministro de Gobernación Licenciado Don Manuel Aguirre Berlanga, 29 de agosto de 1919, UTSA Libraries Special Collections. Digital Collections. Sons of the Republic of Texas Kathryn Stoner O´Connor Mexican Manuscripts, doc. 5986.
Arturo Agramonte y Luciano Castillo, Cronología del cine cubano I (1897-1936), Ediciones ICAIC, La Habana, 2022, pp. 145-146.
David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el Coronelazo, Grijalbo, México, 1977, p. 29.
http://almadeherrero.blogspot.com/2020/11/metropolitan-cinematour.html
http://historias-matritenses.blogspot.com/2009/11/cine-tren.html