De libros y algunas personas que no pueden vivir sin ellos

Los primeros libros de Ángel Miquel Alcaraz

Con motivo de la inminente publicación de Poesía (1946-1955) de Ángel Miquel Alcaraz por Ediciones Sin Nombre, se reproduce un texto sobre el escritor alicantino que apareció originalmente en 1997, con otra forma, en El Acordeón. Revista de Cultura de la Universidad Pedagógica Nacional.

El 14 de octubre de 1936, Ángel Miquel Alcaraz cumplía 17 años y con toda seguridad había visto atracar el día anterior en el puerto de Alicante, donde vivía, un destacamento de quinientos hombres que iban a incorporarse a las Brigadas Internacionales. Éstas se constituirían por voluntarios de diversas nacionalidades que habían decidido luchar por la República en su combate a la sublevación militar que había iniciado a mediados de julio encabezada por los generales Sanjurjo, Franco, Mola y Fanjul. En vista de las repetidas derrotas de las fuerzas leales al gobierno, éste había decidido aceptar la ayuda internacional y escogió la ciudad de Albacete para la organización de los voluntarios. Hacia Albacete iban, entonces, los hombres que desembarcaron en Alicante y que se incorporaron a la primera Brigada Internacional, al mando del general austriaco Kebler. Durante los últimos meses del año siguieron llegando voluntarios hasta sumar más de diez mil, incorporados a nuevas brigadas. Pero en febrero de 1937 un comité diplomático internacional reunido en Londres prohibió el reclutamiento, el envío y el tránsito de voluntarios, lo que obligó a que las bajas en las Brigadas Internacionales fueran remplazadas por españoles.

Uno de estos soldados fue Ángel, que se incorporó a filas el 7 de abril de 1938. Luego de pasar un breve periodo en un campo de instrucción, se lo destinó a la 13ª Brigada, constituida en forma mayoritaria por polacos y que había sido diezmada a fines de 1937. Se conserva un diario en el que el joven combatiente escribió sus impresiones en el frente. En él se revelan su nerviosismo, su inquietud y su cansancio, sometido como estaba a las incomodidades de las trincheras, a agotadoras caminatas, a severas privaciones; en un pasaje se lee que en una visita a la línea de batalla “casi por milagro he salvado mi vida” y en otra ocasión, luego de que la artillería enemiga los bombardeara: “nací de nuevo”. Ángel enfrentaba la situación con ayuda de cigarrillos ingleses, cognac y la camaradería de otros soldados. E incluso en algún momento surgió en él una estoica aceptación de lo que pasaba. En septiembre escribió en una carta a su hermana Amalia, que había permanecido en Alicante:

Odiosa es la guerra, pero hay que admitirla, y en ella seamos serenos y cumplamos con nuestra misión. El eje de nuestras vidas no se apartará ni un ápice de su camino porque vea bailar a la muerte en su trono (…) Un día vendrá ella, y entonces juntos volveremos allá de donde la vida nos arranca. ¿Por qué entonces temerla? ¿Por qué temer la guerra? Yo no la temo: por eso aquí como allá (…) vivo bien. Feliz.

Destinado en principio a puestos de observación, Ángel participó también en algunas escaramuzas y en la sangrienta batalla del Ebro. En el curso de ésta cayó enfermo de paludismo y fue llevado a un hospital donde recibió con desagrado (pues “nunca me gustó llevar galones”, dice en el diario) la noticia de su ascenso a cabo. Poco después de ese internamiento, un compañero de armas lo retrató fielmente en un sencillo dibujo a lápiz.

Ángel Miquel Alcaraz. Dibujo de L. Pereda, 1938. Archivo de la familia Miquel.

Las fuerzas republicanas se replegaron, derrotadas, hacia Barcelona. Allí, en los primeros días de 1939, Ángel recayó en su enfermedad y fue hospitalizado. No pudo, entonces, continuar con sus compañeros en su retirada hacia Francia. A fines de enero los nacionalistas tomaron la Ciudad Condal y cuando en febrero Ángel fue dado de alta lo trasladaron preso a un campo de concentración en la ciudad de Reus, donde permaneció hasta el fin de la guerra. De vuelta en Alicante, encontró que la vida se había hecho difícil para quienes, como la mayor parte de los miembros de su familia, no compartían la fe católica ni la ideología conservadora del nuevo régimen. Vicente, su padre, estuvo a punto de ser encarcelado, pero su edad (tenía 66 años en 1939) evitó que cayera en prisión. Como sea, existían viejas redes familiares y de amistad que permitían resistir. Gracias a ellas, ni los padres ni los tres hermanos de Ángel consideraron necesario abandonar España en los barcos cargados de exiliados que zarparon de Alicante el 28 de marzo de 1939.

Ángel regresó al bachillerato e hizo estudios de normalista en 1940. Al año siguiente, fue contratado en la escuela de Crevillente, donde pasó después a administrar una fábrica de alpargatas. En ese pueblo cercano a Elche permaneció hasta 1947, lejos de familiares y amigos. Leía y releía a su admirado Juan Ramón Jiménez y pronto, inspirado por el maestro andaluz, él mismo comenzó a escribir versos. Los primeros están fechados en 1943, pero no fue sino hasta tres años más adelante cuando reunió material suficiente para armar un volumen, 34 composiciones publicadas por un editor de Crevillente bajo el sencillo título de Poesías.

En esos versos el joven escritor expresaba sus deslumbramientos por la naturaleza (“Mira cómo estás herido, mar; / tu dolor en blanco como la azucena…”) y los cuerpos femeninos (“Blanco: / blanco inusitado. / Blanco y rosa / conjugados. / Como la flor del almendro / o como el jazmín y el nardo”); también se manifestaban convicciones éticas, quizá inspiradas por la lectura del mexicano Amado Nervo (“Da todo lo bueno que en tu alma existe”), pero curiosamente no había signos de que el autor hubiese participado pocos años antes en la Guerra Civil. En un breve prólogo, Ángel confesaba haber intentado alcanzar un estado subjetivo, íntimo, desde el que brotaran los poemas “como si se abriera una puerta minúscula en el alma”.

No es casual que esta elección coincidiera parcialmente con la de los jóvenes escritores Vicente Ramos, Rafael Azuar, Francisco García Sempere y Manuel Molina, quienes se empeñaban en revivir el clima cultural y que formaron de hecho la primera generación literaria alicantina de la posguerra. Ángel había sido condiscípulo de Ramos y Azuar en el Instituto de Segunda Enseñanza, pero a raíz de la guerra perdió contacto con ellos. Ramos recuerda así esta época y la labor que se impusieron:

La guerra no pudo destruir nuestras ilusiones; más bien, al contrario, las estimuló con la esperanza de que el arte mejoraría la condición humana. Aquel vasto e inmenso dolor de todo un pueblo en agonía, del que nosotros fuimos testigos y parte, alumbró en nuestra asombrada y amarga adolescencia un fuerte sentimiento de solidaridad y amor. Éramos muy jóvenes y sosteníamos románticamente, como desconociendo la desatada crueldad que nos ceñía, que la sociedad necesitaba nuevos horizontes de belleza que enternecieran su entraña. Y a la poesía fuimos con afán tan puro y noble como alto era el sentido de fraternidad que arrebataba nuestro corazón.

Resulta interesante que Ángel y otros de sus compañeros generacionales eligieran el camino de la poesía intimista casi inmediatamente después de la publicación de libros marcados por la guerra en un sentido muy distinto como Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939) de Miguel Hernández, España en el corazón (1937) de Pablo Neruda y España, aparta de mí este cáliz (1940) de César Vallejo. Por otra parte, también era ajena a la nueva generación de poetas alicantinos la oscuridad verbal. No parecían tener, como los de la Generación del 27, mayor aprecio por Góngora, ni por la experimentación vanguardista que por ejemplo había hecho brotar, entre 1930 y 1931, el Poeta en Nueva York de García Lorca. Al contrario, se declaraban fieles a la clara y sencilla expresión de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

El tono de los versos del primer libro de Ángel era inocultablemente el del modernismo español. En una reseña anónima aparecida en un diario alicantino se leía que a pesar de que el poeta demostraba tener una “sensibilidad exquisita para captar imágenes”, había incurrido en el uso de recursos de la corriente modernista como el verso blanco y la libertad métrica, por lo que recomendada al autor despojarse de esas influencias y “buscarse a sí mismo en la disciplina de nuestros clásicos”. En otro comentario al libro, Francisco Ferrándiz Alborz defendió al autor de esa “mala, decadente crítica” que aleccionaba al joven artista “refiriéndose a lo que fue nuestro Siglo de Oro”, y explicó que el versolibrismo de Ángel era adecuado pues “en la vida de hoy hay sensaciones que no caben en el molde fijo del verso clásico”. Ferrándiz descubría en el joven poeta saludables influencias de Jiménez y Machado, afirmaba que tenía “fina sensibilidad para la captación del paisaje, y fino corazón para la transparencia emotiva de sus emociones”, y concluía diciendo que el libro mostraba la irrupción “de un inconfundible estilo, creador de belleza”.

En junio de 1947 Ángel retomó la docencia. Fue destinado al pequeño pueblo de Benejúzar. Ahí vivió poco más de un año y dio fin a su segundo libro, Alma en flor, publicado en Alicante en 1948. El libro estaba integrado por 48 poemas en versos libres asonantados, con una musicalidad de nuevo muy cercana a la del modernismo y en los que se desarrollaban temas ya presentes en su primer libro, como la exploración de la intimidad a través de sentimientos y sensaciones, la continua utilización de imágenes naturales (flores, árboles, aves, el mar, la tierra, los diferentes momentos del día y del año…) y la celebración del amor, de dos maneras tradicionales: la expresión de alegría por el encuentro y la de dolor por la lejanía de la amada. En ese libro apareció también un tema que no había estado presente en el anterior, bajo la forma de una elegía dedicada a su padre, fallecido en enero de 1947.

No parecen haberse publicado notas sobre Alma en flor, pero el autor envió el libro a escritores y algunos acusaron recibo con amables cartas. Jacinto Benavente consideró el libro superior al primero, que también había leído; José María Pemán lo felicitó por sus versos “llenos de humano calor, inspiración y soltura de forma poética” y Vicente Ramos dijo que su lectura dejaba “una suave estela de dulzura y quietud espiritual. Poesía intimista, muy subjetiva, sin problemas metafísicos, sin angustias ´tremendistas´, hoy muy al uso, sino con claridad de alma, elevada sobre sus propios sueños azules…”

De Benejúzar Ángel fue trasladado al pueblo de Hondón de las Nieves, en cuya escuela dio clases desde agosto de 1948 hasta el verano de 1949. Allí tuvo una crisis interior que precipitó su decisión de abandonar España. ¿Adónde iría? México, donde miles de compatriotas –entre ellos algunos alicantinos conocidos suyos– encontraron un nuevo hogar después de la guerra, parecía una excelente opción. Escribió a un amigo, quien le aseguró trabajo en una empresa de ese país. Ángel entonces pidió el pasaporte para emigrar. El encargado de darlo sabía de su filiación republicana y lo negaba sistemáticamente, hasta que un buen día el hombre enfermó, fue remplazado y el pasaporte se concedió. Poco después, el 13 de agosto de 1949, Ángel tomó en Madrid el aeroplano de hélice que lo llevaría a México.

Xochitepec, Morelos, 30 de octubre de 2020

http://www.edicionessinnombre.com/

Fuentes

Ángel Miquel Alcaraz, Poesías, Tipografía Pastor, Crevillente, 1946.

Ángel Miquel Alcaraz, Alma en flor, Eutimio, Alicante, 1948.

Vicente Ramos, Literatura alicantina de la posguerra (1940-1965), Manuel Asín, Alicante, 1967.

Georges Soria, Guerra y revolución en España, Grijalbo, Madrid, 1978.

Ángel Miquel Rendón, “Un poeta alicantino transterrado”, El Acordeón. Revista de Cultura, número 19, enero-abril de 1997, pp. 4-15.

Documentos del archivo de la familia Miquel

Francisco Ferrándiz Alborz, “El poeta alicantino Ángel Miquel”, mayo-abril de 1947, mecanuscrito.

Cartas: de Vicente Ramos, 23 de noviembre de 1948; de Jacinto Benavente, 29 de noviembre de 1948; de José María Pemán, 9 de marzo de 1949.

Publicado por angelmiquelrendon

Nací en Torreón, Coahuila, México, en 1957. Soy historiador del cine y escritor. Trabajo en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

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