Un nuevo modelo del universo, de Ouspensky
Me gusta pensar que cuando Ángel Miquel Alcaraz, mi padre, se desterró en México en 1949, llevaba entre sus escasas pertenencias ejemplares de dos libros que años más tarde se encontraban en la sección de su biblioteca donde colocó las obras que por algún motivo le resultaban importantes: la Segunda antolojía poética, de Juan Ramón Jiménez y las Poesías completas de Antonio Machado, editados por Espasa-Calpe en la década de los treinta. Ángel había publicado en su natal Alicante dos breves conjuntos de versos que lo identificaban como discípulo indirecto de esos grandes escritores, Poesías (1946) y Alma en flor (1948), trayectoria que continuaría al llegar a su país de adopción con la publicación de tres nuevos poemarios, Gozo y cantar (1953), 33 poemas (1954) e Interior (1955).

Evidentemente, en el equipaje del exiliado no deben haber venido muchos más libros, por lo que la generosa biblioteca que llegó a hacer (calculo que de unos cinco mil volúmenes, en su momento de mayor alcance) fue pacientemente constituida en México. Mi padre tenía un apetito lector universal y en esa biblioteca había literatura, filosofía, historia, religión, arte y ciencia (en libros de divulgación). Otras piezas en la sección de obras importantes eran antiguas (un Garcilaso, la Atala de Chateaubriand…), así como un conjunto más o menos amplio de los llamados crisolines, esas pequeñas ediciones (6.5 x 8 cm) publicadas anualmente por Editorial Aguilar en la Colección Crisol. Recuerdo haberlo acompañado muchas veces a adquirir con ilusión los nuevos lanzamientos, que llegaban a la Librería Internacional de Avenida Reforma en tiempos navideños.



De manera más extraña, también había en esa sección un libro grande (18 x 24 cm, 594 páginas), cuyo negro empastado rimaba bien con el solemne título de Un nuevo modelo del universo. Los principios del método psicológico en su aplicación a los problemas de la ciencia, la religión y el arte, de Pedro Ouspensky. En mi fugaz paso por la carrera de Física eché un vistazo al volumen, sin que lograra atraerme porque evidentemente no tenía nada que ver con la ciencia que yo pretendía estudiar. Sólo muchos años después, gracias a una recomendación de mi amiga Margarita Cobo Ibarra, llegué a leer Psicología de la posible evolución del hombre y otras obras de ese autor ruso, así como de su maestro Georgi Ivanovich Gurdjieff. Esas lecturas me fascinaron por distintos motivos y las acomodé lo mejor que pude dentro de mi concepción del mundo, como espero muestre mi novela La necesidad de elegir (Ediciones Sin Nombre, 2019), que por cierto llevó, mientras la escribía, el gurdjieffiano título de El recuerdo de sí mismo. Pero el contacto con las obras de esos tenaces promotores de la elevación de la conciencia también me llevó a pensar en los motivos por los que el libro de Ouspensky se conservó en la sección privilegiada de la biblioteca de mi padre.
La familia Miquel Alcaraz no fue católica. Además, durante su etapa formativa en Alicante (cuando salió de ahí tenía 30 años), Ángel estuvo en contacto con practicantes de filosofías que caían fuera de la esfera de esa religión, que en los años cuarenta se convirtió en oficial en España. En su círculo cercano se realizaban con frecuencia sesiones espíritas, y se conservan un horóscopo cuadrado que le hizo el astrólogo local Hermilio Campos Zurita, así como un retrato en el que posa muy serio, con su hermana Amalia y su cuñado Pedro, junto al conocido médico hermetista Eduardo Alfonso. Esta afinidad con creencias alternativas al catolicismo llevó a Ángel, una vez en el exilio mexicano, a afiliarse a una logia masónica; más adelante tuvo amistad con la escritora y pintora teósofa exiliada Josefina Maynadé, quien hizo las ilustraciones para uno de sus libros, y adquirió y leyó libros de Krishnamurti, uno de los adelantados profetas del hinduismo en América. Pero, ¿y Ouspensky?
Casi al mismo tiempo que Ángel, llegó a México el inglés Rodney Collin, uno de los más fieles discípulos del pensador ruso. Con su esposa Janet, Collin fundó una comunidad religiosa en Tlalpan, que pronto tuvo un centro ceremonial en un planetario edificado en el pueblo de Tetecala. En ese lugar, entre otras cosas, se rendía culto al Sol, credo que también expresó el nombre de la Editorial Sol fundada por Collin para difundir las ideas del grupo. Un nuevo modelo del universo, en versión castellana de Horacio Flores Sánchez, fue uno de los primeros libros lanzados por esa editorial, en 1950. Sus capítulos, que recogen y corrigen libros publicados previamente por Ouspensky, son: «El esoterismo y el pensamiento moderno», «La cuarta dimensión», «El superhombre», «El cristianismo y el Nuevo Testamento», «El simbolismo del tarot», «¿Qué es el yoga?», «Sobre el estudio de los sueños y el hipnotismo», «El misticismo experimental», «En busca de lo milagroso», «Un nuevo modelo del universo», «El eterno retorno y las leyes de Manú» y «El sexo y la evolución».


Collin salió del país en 1954, para ir en busca de nuevas fuentes de sabiduría primero en el Oriente Medio y después Perú, donde murió en 1956, al caer de una torre de la catedral de Cuzco. Pero es posible que algunos miembros de su grupo mexicano permanecieran activos y, desde luego, continuaron circulando los libros de Editorial Sol. En cualquier caso, alguien seducido por la filosofía de Ouspensky inscribió la siguiente dedicatoria en el ejemplar de Un nuevo modelo del universo que se conservó en la biblioteca de mi padre:
Miquel: Cuando uno se encuentra con un tesoro, como este libro, se desea que todos lo conocieran y lo entendieran, cuando menos en una pequeña proporción como me ha sucedido a mí. Y ¡claro está! ante todo se piensa en los amigos artistas como tú, que se sabe lo agradecen; recíbelo como obsequio de Navidad de 1965. Francisco Calderón
Xochitepec, Morelos, 25 de abril de 2020
(Sobre Collin resumo información que Peter Washington da en Madame Blavatsky´s Baboon. A History of the Mystics, Mediums, and Misfits Who Brought Spiritualism to America, Shoken Books, Nueva York, 1993, pp. 376-377.)