De libros y algunas personas que no pueden vivir sin ellos

Miradas al cine mexicano coordinado por Aurelio de los Reyes

Esta obra, editada por el Instituto Mexicano de Cinematografía en noviembre de 2016, es una muy valiosa aportación al campo de los estudios sobre cine en varios sentidos. Para empezar, es una obra amplia y compleja en dos tomos, integrada por 17 capítulos en el primero y 18 en el segundo, con más de 800 páginas, abundantes ilustraciones y escrita por 26 autores representativos de distintas especialidades. Carlos Martínez Assad, Julia Tuñón, Eduardo de la Vega Alfaro, Rogelio Agrasánchez Jr., Sergio de la Mora, Patricia Torres y Francisco Peredo son, junto con De los Reyes, reconocidos investigadores que ofrecen destilados de trabajos hechos, en ocasiones, durante largos años. Pero junto a ellos da gusto reconocer a una nueva generación ya plenamente productiva, en la que están David Wood, José María Serralde, Isis Saavedra, Carmen Elisa Gómez, María Paula Noval, Álvaro Vázquez Mantecón y Gabriel Rodríguez, quienes presentan frutos de sus acercamientos a los temas de su interés. Junto a ellos hay contribuciones de quienes como Itala Schmeltz, Mónica Maorenzik, Juan Solís y Alejandro Pelayo, han eventualmente interrumpido sus actividades primordiales de gestión o edición para desarrollar trabajos escritos.

De entrada, entonces, Miradas al cine mexicano da cuenta de un campo de conocimiento muy amplio, que se aborda colectivamente con distintos enfoques y metodologías. Las fichas curriculares de los autores muestran que están adscritos a una docena de universidades, cinetecas, archivos, museos y otras instituciones ubicadas en la Ciudad de México y Guadalajara, principalmente, además de quienes se presentan como investigadores independientes o trabajan en los Estados Unidos. Aunque las reuniones académicas, la bibliografía en constante incremento y la cada vez más numerosa elaboración de tesis universitarias mostraron en los últimos treinta años la paulatina ampliación de los estudios sobre cine, podría decirse que este par de volúmenes lo manifiesta ya como un campo firme. Los 26 autores incluidos en esta obra no son, ciertamente, todos los que producen investigación en esta especialidad hoy en México, ni los que se interesan en ella en otros países como Estados Unidos y España. Pero el conjunto evidencia que el trabajo colectivo aporta un conocimiento extenso y profundo que sería muy difícil, si no imposible, de alcanzar, por investigadores aislados. Y también es una muestra representativa de las aproximaciones que esta comunidad académica ha hecho para abordar sus objetos de estudio. Se nos explica en el prólogo que la inclusión de la palabra “Miradas” en el título del proyecto fue para hacerlo incluyente, para aceptar “cualquier enfoque, metodología o visión”. Tal vez no corresponda o sea prematuro hablar de una escuela mexicana en este sentido, pero los libros parecen mostrar que las tendencias mayoritarias en lo que se produce hoy en este campo son la historiografía, los estudios regionales y los estudios de género, mientras que no aparecen representadas otras corrientes que se cultivan por ejemplo en Estados Unidos y Francia, como el análisis de secuencias o la teoría cinematográfica.

Al margen de las tendencias que la constituyen, Miradas al cine mexicano es una muestra de la excelente salud de los estudios sobre cine entre nosotros. El que sus ensayos hayan tenido una presentación previa como conferencias en la Academia Mexicana de la Historia y se repitieran en la Cineteca Nacional, contando las dos veces con una considerable cantidad de público, es un signo de la legitimidad que esos estudios han alcanzado aquí. Su reconocimiento sólo se daba hasta hace relativamente poco tiempo en las culturas académicas de unos cuantos países. Sin programas universitarios de licenciatura o posgrado que los promovieran, ni publicaciones serias que los pusieran en el mismo nivel que los referidos a la literatura, la pintura o la arquitectura, los estudios sobre cine tuvieron entre nosotros un desarrollo lento, precedido únicamente por las aportaciones, en ocasiones considerables, de periodistas como José María Sánchez García y Paco Ignacio Taibo I, o de investigadores no provenientes de la academia como Emilio García Riera, Gabriel Ramírez y Jorge Ayala Blanco.

En las décadas recientes resultó crucial para su impulso la intervención de la Cineteca Nacional, la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Mexicano de Cinematografía, aunadas a las oficinas de promoción cultural de al menos cinco universidades (UNAM, Universidad de Guadalajara, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Veracruzana y Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), y a algunas editoriales privadas como ERA y Clío. La convergencia de los esfuerzos de estas instituciones determinó que la producción de cultura cinematográfica se proyectara como nunca antes en el país. Vale la pena recordar aquí los siguientes datos, referidos a la publicación de libros sobre cine: entre 1921 y 1960 aparecieron treinta, a razón de menos de ocho por década; la cifra se elevó a alrededor de 130 en conjunto en los años sesenta y setenta, debido al poderoso impulso de la generación de Emilio García Riera, Carlos Monsiváis, Manuel González Casanova, José de la Colina y Jorge Ayala Blanco. Más o menos la misma cantidad apareció en los años ochenta, mientras que a partir de los noventa y presumiblemente hasta la actualidad el número creció hasta rebasar los 250.

Desde hace un cuarto de siglo se publican en el país alrededor de veinticinco libros de cine por año. Es cierto que parte de esa producción se ha dirigido y se dirige hacia fines comerciales, sin importar su novedad, pertinencia o peso intelectual; pero otra parte sí cumple con los requisitos esperados en las obras que amplían sustancialmente lo que se conoce acerca de los temas que abordan. Quienes se han interesado en desarrollar el campo han aprovechado el espacio editorial abierto por las instituciones mencionadas, así como algunas publicaciones periódicas como Historia Mexicana, el Anuario del Instituto de Investigaciones Estéticas, Cine Toma e Icónica, y las extranjeras Secuencias, Archivos de la Filmoteca, Imagofagia y Vivomatografías. Pero es claro que sin investigaciones sólidas ese desarrollo no se hubiera dado.

En este sentido debe subrayarse la intervención de Aurelio de los Reyes, a través de su monumental obra realizada en los 45 años transcurridos entre Los orígenes del cine en México (1972) hasta sus libros más recientes, el tercer tomo de Cine y sociedad en México (2014), el volumen colectivo Cine mudo latinoamericano. Inicios, nación, vanguardias y transición, coordinado con David Wood (2015) y Miradas al cine mexicano. En realidad, podría considerarse a esta última obra como uno de los puntos importantes de concreción de su trayectoria, al incorporar una buena cantidad de textos derivados de problemas o intereses abiertos por sus investigaciones, pero también por el hecho, evidentemente relacionado, de que más de la mitad de los autores hemos sido sus alumnos y nos hemos beneficiado de sus enseñanzas a través de clases y seminarios en la universidad, o de conferencias públicas en la Academia Mexicana de la Historia, el Seminario de Cultura Mexicana y otras instituciones. No puedo pensar en una persona más trascendente para el desarrollo de los estudios académicos del cine en México que Aurelio de los Reyes, y su trabajo se magnifica si se considera que sus aportaciones rebasan el ámbito de la cultura impresa para extenderse hasta los terrenos de la curaduría, el rescate y la reconstrucción de películas.

El conocimiento proporcionado en Miradas al cine mexicano se refiere, por una parte, al amplio espectro temático abarcado, que incluye el abordaje de géneros como el melodrama, las películas de la Revolución, la comedia ranchera, los cines cómico, fantástico, pornográfico y de ciencia ficción; de periodos como el cine mudo, la transición al sonoro, y las décadas de los setenta, los ochenta y los noventa; de representaciones específicas como la de la Ciudad de México, lo queer, la familia, la sexualidad y la violencia; de elementos internos a las cintas como la música y la escenografía, y en fin, de otros aspectos como la producción de películas en súper 8, los cines y cineclubes, el periodismo y la bibliografía cinematográficos, sin olvidar el tipo de acercamiento más frecuente en este tipo de cultura, que es el de la atención a películas específicas, directores, actores y actrices. Esta enorme nómina no se presenta como exhaustiva, y ya en el prólogo se enumeran otros temas que no pudieron ser abordados y por eso “quedaron para el futuro”: la lucha libre, el albur, los indígenas, el documental, los productores, los sindicatos, los estudios y el público, así como la recepción en España y América Latina, los principales ámbitos de exhibición extranjera del cine mexicano. Efectivamente una cinematografía de ciento veinte años tiene ramificaciones numerosísimas; la buena noticia es que ya hay un colectivo de investigadores que puede acercárseles para hacerles preguntas y obtener respuestas desde una perspectiva amena y rigurosa a la vez.

Xochitepec, Morelos, 20 de diciembre de 2020

Texto leído en la presentación de esta obra en el Instituto Mora, en mayo de 2017.

Publicado por angelmiquelrendon

Nací en Torreón, Coahuila, México, en 1957. Soy historiador del cine y escritor. Trabajo en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

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